Julio Figueroa Medina
En la frontera de la historia entre el bien y el mal.
En el camino de los justicieros y los malvados de la tierra, los justos y los miserables.
Todos los imperios salen a combatir a los bárbaros de afuera.
Desde antes de Roma y después de Roma.
Todos los patriarcas tienen sus fieles y sus enemigos identificados.
Desde antes de los Reyes y después de los Reyes.
Los malos son siempre los otros y el mal siempre viene de afuera.
Es la lucha de los siglos: el Imperio del Bien contra el Imperio del Mal.
Desde los europeos y norteamericanos y después del imperialismo yanqui.
Por los siglos de los siglos humanos en la Tierra.
Esperando a los bárbaros, Constantino Cavafis se hace una pregunta: ¿Qué hacemos si no vienen los bárbaros? Eran una solución.
El poeta de las Velas e Ítaca, metido en el viaje y el atroz paso del tiempo, tal vez nunca pensó o no supo expresar lo más cercano que se aleja:
–¿Y si los bárbaros no son los otros, sino nosotros? Tal vez somos el mal y la salida. Los otros nosotros.
–¿Qué hay detrás y qué nos espera adelante?
–¿Democracia, revolución, desmadre, violencia civil?
–¿El Pueblo y el Estado son AMLO?
–¿Qué monstruo estamos alimentando?
–La oposición no tiene madre ni autoridad ni líderes reales y creíbles.
–Y sin embargo, los conservadores, los mejores y los peores, los otros nosotros, son parte del país y de nuestra democracia. Tenemos que convivir todos, a querer o no.
–Nuestra sociedad no es revolucionaria ni democrática.
–¿Seguimos siendo una sociedad patriarcal con una democracia bárbara?
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–¡¿Qué carajos podemos hacer los pinches palabreros para evitar lo peor, ya que no podemos hacer lo mejor?!
–¿Guardar silencio como los sabios, las estatuas y las momias?
–¿Vociferar o cruzarnos de brazos y ver qué sucede?
–¡¿Somos los tlaxcaltecas y los españoles y los aztecas?!
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–¡Putos ciudadanos palabreros!