Compromiso ciudadano con espíritu: un asunto de locos

Ramón Mendoza
Miles de ciudadanas y ciudadanos indignados, por nuestra conciencia ética y sensibilidad social, hemos estado participando en diferentes colectivos y organizaciones de la sociedad civil, llevando a cabo acciones de asistencia social, promoción comunitaria o movilizaciones populares para impulsar transformaciones de fondo en la sociedad. 
   En este sentido hemos exigido a las diferentes instituciones y autoridades del Estado que asuman su función:
  • de proteger la vida y hacer valer los derechos humanos de todas las personas y pueblos; 
  • de implementar leyes y programas de atención a las necesidades de la población y a la emergencia humanitaria de las víctimas; 
  • de investigar los delitos y las violaciones a los derechos humanos con apego a la verdad, administrar justicia, reparación de daños y garantía de no repetición;
  • y de crear políticas públicas de inclusión e igualdad social, democracia y autonomía, no discriminación, equidad de género, libertad y justicia. 
Como personas y como sociedad civil nos encontramos ante la exigencia interior de asumir grandes desafíos sociales que cuestionan la autenticidad de nuestras convicciones, motivaciones, actitudes, compromiso, estrategias, congruencia, credibilidad, resistencia y perseverancia.
   Por lo anterior, en medio de los servicios que damos a la comunidad y de los procesos de las luchas sociales, un desafío estratégico es que como ciudadanas y ciudadanos fortalezcamos y mantengamos vivo nuestro espíritu, para ser congruentes, resistir y perseverar en la tarea de transformar a fondo nuestro país y crear una sociedad justa y libre de opresiones.
   Mantener un espíritu vivo y dinámico hará que evitemos caer en el desánimo, miedo, pasividad, indiferencia y resignación y, por lo tanto, en la complicidad frente a la opresión. Sostener un espíritu consciente y comprometido con las causas del pueblo, hará que crezcamos en actitudes, testimonio y prácticas creíbles, siendo congruentes entre lo que pensamos, creemos, decimos y hacemos. Alimentar un espíritu de resistencia y perseverancia hará también que, en medio del acoso, amenazas y otras formas de persecución por parte de aparatos represivos del estado de Querétaro, fortalezcamos nuestras convicciones y motivaciones más profundas, perseverando así en nuestros ideales, compromiso social, utopía y pasión, en las luchas por la justicia, la dignidad y la paz.
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   Las fuentes vivas de las que podemos beber para alimentar nuestro espíritu de resistencia, perseverancia y congruencia en las luchas sociales pueden ser:
  1. La vida, de los pueblos originarios que han luchado por una vida digna, por su autonomía, derechos y cultura indígena; el trabajo de personas conocidas o anónimas, en cualquier parte del mundo, que son un ejemplo a seguir, por sus obras, valores, principios y entrega heroica en las causas del pueblo; el compromiso de las luchadoras y luchadores sociales y gente común pero extraordinaria, de la historia o de la actualidad; la palabra iluminadora de personas admirables por su forma de vida o por lo que están aportando o han aportado, y son un auténtico modelo de vida, una luz, un llamado, una forma de vivir y actuar que nos interpela, una inspiración, una motivación, un ejemplo a seguir; la experiencia de personas que han dado o están dando un aporte a la justicia, la paz, la libertad, la dignidad, los derechos humanos, la democracia, las artes, la ciencia, la literatura, la forma de gobernar y servir; la congruencia de personas que son una luz para el cambio y un motor de liberación integral, por su testimonio de vida sencilla, de amor, servicio y generosidad; el espíritu de libertad de quienes han resistido, perseverado, con paciencia y audacia en su acción solidaria; la entrega total, hasta dar la vida por el pueblo, de personas que por su forma de vida o por sus obras son un impulso e inspiración para dar un nuevo giro a nuestra vida con el propósito de asumir un servicio y compromiso creíble por una sociedad nueva.
  2. Otra fuente de la que podemos beber para alimentar nuestro espíritu son los signos desafiantes de nuestro tiempo y los diferentes rostros del pueblo, su realidad dolorosa, clamores, denuncias, esperanzas y celebraciones; sus luchas liberadoras, conquistas y alegrías.
  3. También podemos alimentar nuestro espíritu acercándonos a las diferentes expresiones artísticas (pintura, música, escultura, literatura, teatro, danza, cine, etc.) que nos evocan, convocan, motivan e impulsan a indignarnos, ser coherentes, resistir y luchar por las causas justas. 
  4. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como los Pactos, Convenios, Tratados, Protocolos, Convenciones, Principios, Códigos y otras declaraciones de los derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas y de otras organizaciones alternativas. 
  5. Las tradiciones históricas de sabiduría y espiritualidad de la humanidad, la filosofía humanista, filantropía, feminismo, ecologismo, indigenismo y el arte, abordados desde su dimensión ética, espiritual y laica.

En una sociedad acostumbrada históricamente a tener gobiernos impuestos, corruptos, ladrones, traidores y, además, represivos, la actitud ciudadana más generalizada en medio de las luchas sociales ha sido la indiferencia, resignación y pasividad, esperando una liberación que nos les llega de ninguna parte. Y, en muchos otros casos, la actitud ciudadana ha sido claudicar en el compromiso emprendido, siendo incongruentes al proclamar un discurso liberador no respaldado con la propia vida o huyendo frente al clamor de justicia de las personas y pueblos excluidos de siempre. 

   La resistencia, congruencia y perseverancia en las luchas sociales es un asunto de locos, porque es ir contra la corriente establecida. De estos locos necesitan los pueblos de la tierra, para ser libres y crear condiciones de paz digna.